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Before The Dawn

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Capítulo 3.
Amenaza



Kazehiko se removió nerviosamente antes de atreverse a entreabrir su mirada. Sentía el cuerpo pesado,  como si estuviera hecho de plomo y un descomunal cansancio que mellaba todos sus ánimos por despertar ¿Dónde estaba? ¿Qué había ocurrido? Por un momento sintió su mente vacía, como si todo pensamiento le hubiera sido arrebato de golpe. Esa ausencia temporal de memoria era incómoda, e incluso el pensar le dolía… Un poco más y no hubiera sido capaz de recordar siquiera que era humano. No obstante no era sólo su mente, su cuerpo se sentía igual, como si algo poderoso le hubiera arrancado toda fuerza y capacidad de moverse. Miró a la nada durante largos momentos, como si fuera un cuerpo inerte, sin vida. Lo hizo hasta que notara una figura frente a él, una figura familiar, una que le hacía sentir bien. Dentro de su mente en blanco, esa figura no se había esfumado como el resto de sus pensamientos. Había permaneció ahí, aferrada a su cabeza. Poco a poco, fue tomando forma, nombre y significado: Shukaku… El demonio Shukaku.

¿Shukaku?

Sólo al pensar eso, logró encontrar la fuerza para moverse. El legendario demonio Shukaku… Sus labios se abrieron temblorosos mientras sus bellos ojos grises inspeccionaban a su alrededor y su inocente rostro se ilumino de genuina felicidad cuando vislumbrará al espíritu de la arena. Era un poco extraño… Todos sus recuerdos se habían ido durante largos instantes, excepto el recuerdo de ese demonio.

-Shukaku… - Su queda voz resonó al ver al monje sentado cerca de la puerta del cobertizo, inmóvil, mirando al exterior a través de algunos maderos rotos de la roída bodega. Seguramente vigilaba. El demonio giró el rostro lentamente, contemplando al chico tras de él, dirigiéndole palabras tranquilas, casi amables.

-Aún es temprano – susurró el mayor regresando  la mirada del exterior – Puedes dormir un poco más Kazehiko–

Kazehiko… Ese nombre. Su nombre ¿Es que incluso había olvidado eso?

-Kazehiko…  -repitió el pequeño. Pero no le gustaba como sonaba en sus propios labios. Le gustaba mucho más cuando salía de la boca del demonio. Sí, le gustaba la entonación que él le daba. Quería escucharlo de nuevo, de los labios del monje.

-Shukaku… -

- Duerme–  Shukaku suspiró cruzándose de brazos sin dejar de mirar el exterior. No quería escucharlo. Así como el nombre del pequeño sonaba muy distinto en los labios del menor, escuchar su propio nombre en los de Kazehiko era algo que el rubio jamás había experimentado. Ahora mismo se arrepentía de haberle prohibido que le llamara “señor”. De haberlo dejado así no estaría en este problema - Necesitas recuperar tu fuerza -

Su fuerza…

Fue cuando el pequeño niño recordará completamente lo ocurrido la noche anterior. Los eventos pasaron lenta pero nítidamente en su mente. El frío terrible, el refugio que había encontrado junto con Shukaku, su mano colocada sobre los labios del menor… Su corazón sintió una opresión cuando ese recuerdo se hiciera presente. Ya lo recordaba todo. Esos momentos en que Shukaku lo tocara, en que sintiera como toda pizca de fuerza y de su propia consciencia le abandonaba. Había sido en un principio una sensación amarga, angustiosa. No podía expresarlo adecuadamente, pero era como si el demonio lo vaciara,  literalmente así era. El mayor le robaba su fuerza a través de sus manos, lo drenaba con lentitud y por un momento tuvo la certeza absoluta de que iba a morir. Eso era… Él pensaba que moriría, que sería el alimento de Shukaku y que jamás despertaría…

Pero no fue así.

En un momento dado la situación sin embargo, cambio. Toda la desesperación, la angustia y el cansancio que había sentido cuando Shukaku extrajera su energía se habían disipado en fracciones de segundo. Abruptamente ya no existía nada de eso, y por un momento se sintió conectado con ese ente milenario. De un modo que su mente no alcazaba a comprender, Shukaku había dejado de ser un ladrón y se había convertido en parte de él. Aún robaba  su vitalidad, pero al pequeño humano ya no le molestaba, la sensación era ahora cálida, reconfortante y no le causaba ningún tipo de incomodidad. Sentía como su ser se disolvía en el cuerpo del demonio y se unía a él, impregnándose de su esencia ancestral.
Había sido agradable…

En esos momentos Kazehiko no lo sabía, quizás ni siquiera Shukaku. Pero ambos habían alcanzado un asombroso nivel de intimidad. Por algunos momentos sus chakras se habían entremezclado, acoplándose perfectamente el uno con el otro, realizando una combinación tan perfecta, que Shukaku tenía la certeza de haber probado la energía más pura y delicada jamás creada. Realmente no importaba si Kazehiko moría ahora mismo, lo cierto era que había dejado en el demonio mapache un poderoso estigma, una marca personal única en su clase. Una, que lo haría ser recordado por Shukaku para siempre.

Kazehiko miró a su alrededor, notando hasta ese momento que su cuerpo había sido envuelto con la ropa que el demonio solía usar. Llevaba puesto algo que parecía el propio kosode  del mayor, que evidentemente era muy grande para él, pero le brindaba calor, mientras que el haori del demonio envolvía su pequeño cuerpo a modo de una manta. Aún más;  el rubio parecía haberse tomado el tiempo de acomodarlo sobre un montículo de paja  que había en el cobertizo para mantenerlo cómodo. La vista de Kazehiko retorno rápidamente hacia donde se encontraba el demonio mapache, aún escéptico. Pero sus ojos se abrieron con asombro al confirmar que el mayor mantenía  su torso desnudo. Era para el niño algo insólito. Shukaku… El supuesto monstruo come hombres, el ente demoniaco que poseía tan terrible reputación. Era el mismo que se había despojado de sus propios atuendos para brindarle calor y comodidad a un pequeño niño humano.  Sus cuidados le había permitido al pequeño tener el sueño y descanso que tanto requería.

-Shukaku…  ¿No tienes frío? – preguntó el pequeño de ojos grises, sin dejar de mirar el cuerpo semidesnudo del otro. Naturalmente Shukaku no era humano, y tampoco era tan endeble como ellos. Un poco de frio no le daba problemas, pero eso era algo que un niño no lograba comprender. El menor tomo la ropa del demonio entre sus manos – No quise quitártela. Era suficiente con que yo durmiera cerca de ti -

El  monje entrecerró sus doradas orbes al escucharlo. Si, lo sabía. Pero era precisamente lo que deseaba evitar. El  pequeño no lo habría comprendido ¿Cómo explicarle que su chakra era distinto? Que no solamente era agradable para Shukaku, sino que parecía amoldarse perfectamente a él y sanar las heridas de su cuerpo a una velocidad extraordinaria. Y que mientras más cerca le tuviese, más querría tomar esa vitalidad, esa fuerza única que corría por sus venas ¿Cómo explicarle que la siguiente vez que se acercara a él tal vez lo mataría en verdad?

Le gustaba la energía pura que desprendía el niño humano, y no estaba dispuesto a probarla una sola vez en su vida. Eso era… Ahora lo comprendía. Pese a sus intentos inútiles por librarse de ese “estorbo” que lo acompañaba, ahora deseaba conservarlo. Conservarlo y eventualmente vaciarlo… El demonio mapache mordió suavemente sus labios al pensar en eso. El solo recuerdo de ese límpido chakra abría su apetito, lo hacía pensar en que debía matar al pequeño, en que debía robar hasta su último suspiro y regocijarse con su deliciosa esencia. Pronto sin embargo, se tranquilizaba, pensando que no era el momento, y que bien podía requerirlo después.  No obstante, para poder conservar al chico con vida hasta que llegará el preciado momento en que volvería a robarle su energía, tenía que cuidar de él.
Se levantó, llamando la atención del pequeño.

-Iré a buscar comida… - dijo sin siquiera mirar al niño, le preocupaba más que alguien lograra verlo en el exterior.

-Tú… - El pequeño se levantó un poco, mirándolo con curiosidad -¿Tú comes? –
Shukaku desvió su mirada hasta donde se hallaba el castaño y esbozo una mueca de disgusto.
-Obviamente no. No la comida que tú conoces…  – susurró entreabriendo la puerta del cobertizo y asegurándose de que nadie estuviera cerca. Aún estaba oscuro, era buen momento para salir – Pero si tú no comes y bebes algo, te morirás ¿O no? –

-¿Pa… para mí? – susurró el pequeño niño, abstraído en el asombro ¿Shukaku había dicho que saldría a buscarle comida a él?  No lo podía creer.

-Evidentemente para ti – masculló el mayor, cansado de recalcar sus preguntas – No se te ocurra salir de aquí hasta que yo vuelva – sus ojos ámbar se posaron en el niño  -¿Queda claro? Vendré por ti antes del amanecer–

-¿Vendrás…? - repitió el niño, desconfiando un poco del rubio - ¿De verdad vas a volver por mí? –

Sólo entonces Shukaku había reparado en lo que acababa de hacer. Había hecho una promesa… una promesa a un humano. Pero los demonios no eran como los seres humanos, no eran huecos y descuidados como la mayoría de ellos. Además él había sido un monje, y aún mantenía su palabra como cuando había sido un mortal. Sus  promesas tenían un peso, un valor genuino. Una promesa hecha por él siempre era cumplida.

-Sí – susurró secamente el espíritu, sin saber el porque no quería verlo.

Kazehiko no pudo evitar una sonrisa, recostándose nuevamente sobre la paja.

-De acuerdo – dijo felizmente antes de cerrar sus ojos – Te esperaré Shukaku -
El monje abrió el cobertizo, saliendo rápidamente y cerrando la puerta casi con la misma velocidad. Miró a su alrededor, agradeciendo que sus ojos demoniacos le permitieran ver a la perfección, aún en la espesa oscuridad que regía la aldea. Se movió con agilidad, sin emitir un solo sonido y buscando ágilmente entre la aldea, la casa que se mirara mejor provista. Pronto la encontró. Era grande, con altas paredes que rodeaban el exterior y guardias que vigilaban con feroces antorchas el exterior. Shukaku sonrió al ver la ingenuidad de los seres humanos, eso tal vez servía para otras personas, pero no para los seres místicos como él. Lentamente disolvió su cuerpo inmortal, transformándose apenas en una brisa arenosa imperceptible por los seres humanos. Una que sin la menor dificultad paso sobre y a través de las paredes, deslizándose  burlonamente en medio de los guardias que no se percataron de nada.

Llego hasta el interior de la morada,  mirando a su alrededor. La casa estaba llena de lujos y comodidades que en otros tiempos le hubieran parecido tentadores. Ahora como un alma inmortal, todo eso había perdido el carisma y el valor  a los ojos de Shukaku. Se movió sigilosamente, deslizándose en forma de viento y asomándose  a través de las habitaciones. La primera habitación que reviso, llamo su atención, lo suficiente como para que Shukaku tomara su forma humana y contemplara detalladamente lo que había encontrado.

-Un niño… - susurró mirando frente a él a un pequeño que reposaba cómodamente en una amplia cama. Se acercó curioso, observándolo fijamente. El chiquillo parecía de la misma edad que Kazehiko. Por instinto los pequeños llamaban su atención, no era frecuente encontrarlos como a este, la mayoría dormía acompañado o vigilado, y por un momento la idea de tomar su vida cruzo su mente. Se aproximó un poco más, acercando la palma de su mano al rostro del menor y  sintiendo el aliento del otro chocar contra su milenaria piel. Cálido, impoluto y agradable como el chakra de la mayoría de los pequeños…

Pero no apetecible.

El demonio frunció el entrecejo al pensar en ello.  La energía vital de los niños siempre era algo de incalculable valor, esta no era diferente, pero… Ya no le parecía tan tentador… No después de probar el chakra  del otro pequeño.  Se alejó molesto por no tomar ese bocado fácil. Eventualmente tendría que acostumbrarse a chakras no tan deseables como el de Kazehiko, porque este niño no viviría para siempre.  Shukaku cerró los ojos, percibiendo como la energía de ese niño aún fluía por sus venas y llegaba a cada recóndito sitio de su cuerpo. ¿Sería acaso que este niño era la persona que Shukaku había esperado durante muchos siglos? El demonio entrecerró sus ojos dorados. Tal vez… Tal vez Kazehiko no había aparecido en su vida como una simple coincidencia. Quizás así debió ser siempre, sin que el siquiera lo supiera.

-Debo darme prisa – susurro entreabriendo sus ojos – Es peligroso que lo deje solo si pretendo conservarlo – susurro echando una mirada al pequeño frente a él y convenciéndose de que era un desperdicio no comerlo, pero convencido que después de probar  a Kazehiko, el chakra del otro niño sería insípido para él – Tal vez regrese por ti después – dijo sonriendo un poco antes de disolverse en su forma de viento.

*

Un suave crujir hizo que Hiko abriera sus ojos grises, aún estaba oscuro, pero una brisa de aire frio se había colocado al interior de la vieja bodega despertándolo abruptamente. Se encogio entre la suave paja. Extrañamente no sentía que hubiera descansado mucho, a decir verdad se sentía mucho más fatigado que cuando Shukaku saliera del cobertizo. Pero aún sin abrir sus ojos, pudo sentir la presencia del monje acercándose a él, haciéndolo suspirar de tranquilidad.

-Despierta – susurró la conocida voz del demonio mapache mientras se inclinaba junto al pequeño humano y colocaba frente a él, algunas frutas y pan – Llevas varios días sin comer… Tienes que tomar algo o jamás podrás reponerte–

El más joven se limitó a mirarlo con los ojos entrecerrados, solamente para sumirse nuevamente en su denso sueño.

-Oye… Kazehiko, despierta – susurró el ente mientras se acercaba -¿Me escuchaste? –preguntó antes de colocar su mano en el hombro del ojigris y sacudirlo suavemente – Vamos no puedes seguir dormido, debes comer algo – Esta vez el menor nisiquiera abrió los ojos. Parecía tan agotado que le era imposible incorporarse, muy débil incluso para tomar alimento – Maldición mocoso… No lo entiendo, estabas bien hasta hace un par de horas - siseó el demonio mirando el alimento del menor – Creo que me excedí, debí alimentarlo antes… No creí que estuviera tan débil – Tomó un pan cortando un trozo el cual acerco a los labios del menor - Vamos pequeño no me hagas esto, tú… – Un leve quejido escapo de los labios del niño y nada más. Fue cuando Shukaku sintiera el aliento particularmente caliente del más joven.

-No… - susurró el demonio mapache tocando apresuradamente la frente del menor y comprendiéndolo todo al fin. Estaba hirviendo en fiebre –Maldición… -El monje apretó sus dientes frustrado, incluso se podría decir que preocupado. Ciertamente todo aquello era su culpa. Había sometido al pequeño a un calor terrible primero y a un frío tormentoso durante la noche, y aún cuando lo había cubierto con sus propias ropas no había sido capaz de evitar que el más joven enfermara. Sin agua y sin nada para comer era de hecho un milagro que aún estuviera vivo, era claro que no era un pequeño común y corriente. No podía dejarlo así.

Pensó durante largos minutos, mientras miraba el sudor correr por las sienes del agitado niño.

-Tal vez… - susurró haciendo un leve movimiento con sus manos y manipulando la arena a su alrededor – Pueda controlar su temperatura – Dijo antes de ordenar a su arena el movilizarse alrededor del pequeño, la cual paso bajo su ropa, cerniéndose sobre su pecho y abdomen y envolviéndolos cuidadosamente. Si su arena era capaz de mantenerlo caliente a el mismo, quizás también podía eliminar el exceso de temperatura en el menor.

-Shukaku… -

El rubio abrió sus ojos con sorpresa al escuchar al menor que parecía despertar un poco. Sus mejillas se miraban rojizas y sus ojos permanecían aún entrecerrados por el cansancio. La mano de Shukaku se posó nuevamente sobre el rostro del menor, al parecer usar su arena no había sido una mala idea.

- Gomen… - susurró el niño sin quitarle la mirada de encima al rubio. Mismo que se sintió inusualmente cohibido por ello – No quería causarte problemas -

-Duerme – dijo el mayor retirando su mano de la frente del menor súbitamente – Y no hables, solo te cansarás. No podías evitar el enfermarte después de todo – Sintió su corazón agitarse por la cercanía del pequeño.

-Gracias… - El menor cerró sus ojos esbozando una sincera sonrisa para el demonio – Nadie se había preocupado tanto por mí jamás…–

-¿En serio? – El demonio miraba hacia el exterior, vigilando que ninguna figura sospechosa se acercara a ellos, y por supuesto dando poca importancia a lo que el menor le decía. Tampoco deseaba mucho ver al castaño. La imagen de él, tan vulnerable como ahora sólo le recordaba lo fácil que hubiera sido robarle la poca energía que le quedaba. Pero era más que eso, se sentía atraído a él, sentía su necesidad de cuidado, incluso de afecto. Todo parecía indicar que había sido un pequeño muy abandonado.

-Hai… - El menor se removió con dificultad, mirando hacia donde estaba el demonio. Le gustaba mirarlo, se sentía seguro y protegido, ahora más que nunca – Ni siquiera mi padre me cuido como tú lo haces… Me haces sentir muy feliz –

Feliz.

Era una palabra que el demonio había escuchado más de una vez. Pero nunca la había entendido, mucho menos había sido asociada con él. Pero este pequeño se decía feliz… Miró a un lado suyo, y observo a Kazehiko quien aún lo contemplaba. Su rostro recobraba poco a poco su color normal y su respiración era un poco más lenta, al parecer había funcionado. El monje se levanto, acercándose a él. Kazehiko era muy diferente al resto de los niños, en general muy distinto a los humanos que él había conocido. Miró su respiración agitada y sus delgados labios entreabiertos. Solo ahora notaba lo hermoso que en realidad era, aún para ser un niño.

-Te pareces mucho a tu padre – susurró paseando sus dedos entre las hebras castañas – Pero no eres igual a él – Cerró sus ojos inspeccionando entre la mente del menor. No había en él por supuesto, rastro alguno de la ferocidad y odio que había sentido en tantos otros humanos.  Kazehiko era libre de esos sentimientos que pudrían el corazón de otras personas, y era por tanto lo más límpido y bello que Shukaku conocía hasta el momento.

-¿Shukaku? – El sentir tan cercano al mayor le asustaba un poco. Temía que intentara lo mismo, que esta vez consiguiera matarlo.

-No voy a matarte… Así que puedes estar tranquilo – Una sonrisa un tanto siniestra cruzo los labios del demonio mapache – Quiero que te quedes conmigo de ahora en adelante. Yo… Quiero conservarte –

Kazehiko ladeo el rostro. No comprendiendo muy bien lo que el demonio mapache intentaba decirle ¿Conservarlo…? ¿Qué estaba queriendo decirle realmente con eso? El pequeño suspiró. Fuera lo que fuera, Shukaku al fin parecía aceptarlo a su lado y eso lo aliviaba inmensamente, ya no tendría que luchar por su aprobación al parecer.

- Arigato… - susurro dándose la vuelta en su cama y cerrando los ojos. Estaba extenuado por la fiebre.

Fue ese momento cuando Shukaku depositara su atención en el pequeño, mirando extrañado algo que hasta ese momento había estado frente a él pero había pasado desapercibido. Sus milenarias manos se acercaron al cuello del pequeño, tomando su camisa y bajándola un poco, mirando con gesto sorprendido: La espalda del niño se miraba llena cicatrices, y no sólo su espalda. Pronto se acercó levantando las mangas de la camisa del pequeño, donde también existían las marcas de antiguas heridas hechas sobre la joven piel.

-Que… Qué es esto – susurro anonadado.

El pequeño castaño entreabrió sus ojos mirando a Shukaku.

-Es de los entrenamientos… - dijo cerrando nuevamente sus ojos.

El demonio del viento lo miro asombrado. ¿Entrenamiento? Sabía que el padre del menor había sido un shinobi, no era de extrañarse que preparará a su hijo para el mismo destino. Pero ¿Por qué un pequeño de esa edad llevaría semejantes cicatrices? No podía ser que su propia familia le hiciera algo tan cruel…

-¿Quién te hizo algo así? – susurró entre dientes el mayor, no comprendiendo del todo porque una inmensa furia se apoderaba de su mente. Deseo tanto escuchar el nombre, alguna seña de la persona que había herido tan brutalmente a ese niño, y vengarse de él con sus propias manos. Deseaba hacerlo… Iba a hacerlo si el pequeño frente a él le decía quien era el responsable.

Hiko permaneció con los ojos cerrados, murmurando aún obnubilado por el cansancio.

-Fue mi padre… -

Cortes de navajas, quemaduras, explosivos… Era claro que el padre de ese pequeño no había tenido piedad con él. El monje ya había tomado venganza sin preeverlo, pero no se sentía satisfecho. De haber tenido idea de lo que pasaría, habría torturado infinitamente a aquel mortal. No se habría tocado el corazón antes de someterlo a un castigo sin precedentes. Pero era tarde, el mismo le había arrancado la vida.

-Y aún así… Amabas a tu padre… No lo comprendo – susurró surcando con la yema de sus dedos las profundas cicatrices en su brazo ¿Por qué? –

El menor abrió sus ojos grises, depositando su atención en el aturdido demonio y sonriendo antes de hablar.

-No… Yo no lo quería, otosan siempre me trato así, pero no había opción, el estaba ahí y yo debía obedecer… Así fue mucho tiempo. Pero entonces Shukaku-san apareció… Y me liberó de él – una sonrisa llena de esperanza y gratitud adorno sus labios – Me rescato, sin siquiera saberlo – sonrió acercando su mano hacia el mayor, la cual deposito en su mejilla – Por eso… por eso yo quiero estar con Shukaku-san, porque es la primera persona en preocuparse por mí de verdad. Gracias – dijo antes de cerrar sus ojos y entrar en un profundo sueño.

El mayor tomo su propia prenda, cubriendo con ella al más joven. Era cierto… Sin saberlo le había hecho un favor, ahora tenía un poco de sentido. Hiko nunca lo siguió pensando en venganza o responsabilizándolo por ser huérfano. Lo hacía por gratitud, por la alegría de ser libre gracias a los actos de Shukaku, que por una vez en su vida condujeron a algo bueno. Era sin embargo, también un peligro que el diminuto humano viajara a su lado, dependiendo de alguien que deseaba infinitamente probar su chakra y devorarlo.

¿Sería acaso tan terrible el destino de ese niño? ¿Liberarse de la crueldad de un mortal para ser luego la comida de un demonio?

-No puedo devorarlo… - susurró con frustración el ente del desierto – Sin importar cuanto desee hacerlo –

La decisión era una entonces: Lo conservaría, lo mantendría a su lado el mayor tiempo posible. Y después le conseguiría la mejor vida posible.

- Buscaré un hogar para ti niño… - Su mano se poso entre los cabellos lilas – Lo prometo –

Continuará…

*
Continuación :)
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Comments8
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lila-flower's avatar
no hay mas? ya me los leí todos que hermoso, no sabia de esta pareja, me enamore, espero lo continúes quiero saber mas